
Hestia apenas salía del Olimpo, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los hombres, por lo que paradójicamente pocas veces aparece en los relatos mitológicos.
Muestra de esta importancia es el hecho de que Hestia era la primera a quien se le hacían las ofrendas en los banquetes, antes incluso que a Zeus. Se le solían sacrificar terneras de menos de un año, aludiendo a su virginidad.
Hestia inventó el arte de construir casas y era la protectora de los sentimientos más íntimos y tradicionales, por lo que con ella finalizaban siempre las oraciones a los dioses. De ella dependía la felicidad conyugal y la armonía de la familia. Extendió su protección sobre los altares, los palacios de los gobernantes.
En sus templos, situados en el centro de las ciudades al aire libre, se recibía a los embajadores extranjeros, siendo un lugar de especial culto y de asilo.

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